01/20/2025 | Press release | Distributed by Public on 01/20/2025 14:49
Los momentos difíciles que Onia y Gabriel han vivido aún resuenan en sus cabezas. Ellos no se conocen, pero tal vez, en más de una oportunidad se han cruzado en los pasillos de la Vicaría Pastoral Social Caritas (VPSC) en Santiago, sin saber que ambos transitan por un mismo camino que se va haciendo más llevadero gracias a la ayuda de psicólogos de esa institución.
Para Onia, no son solo las alegrías y tristezas propias de la vida, si no que se trata de aprender a vivir con el dolor de las historias de un pasado tan difícil, que la llevó a ella y a su familia a empacar todas sus vidas y dejar todo atrás en busca de un nuevo hogar a miles de kilómetros de su país.
Tanto Onia como Gabriel llegaron a Chile esperanzados de encontrar en este país la protección y tranquilidad que tanto añoraban. Sin embargo, con el pasar del tiempo se dieron cuenta que, más allá de sus esfuerzos por salir adelante e integrarse en la comunidad, la paz interior no les llegaba del todo.
Fue por esa necesidad que conocieron sobre el programa de salud mental del Centro Itinerante de Apoyo Psicosocial (CIAP) implementado por de la Vicaría Pastoral Social, con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y el financiamiento de la Unión Europea.
La vida de Onia, de un momento a otro, se paralizó. No fueron solo las dificultades que ella y su familia tenían para subsistir en su país, si no el vuelco que dieron sus vidas en el momento en que comenzaron a ser víctimas de persecución y extorsiones por parte de un grupo criminal. La recomendación de los cercanos y la policía fue clara: esconderse y simular que habían dejado el país.
Mientras vivían escondidos pidieron una visa para viajar hasta Chile. Pero antes de que lograran obtener las autorizaciones para ingresar, el esposo de Onia se enfermó gravemente y no pudo acceder a tratamiento ni medicamentos en hospitales públicos, lo que provocó su muerte con tan solo 46 años. Ese día la vida de toda la familia dio un giro abrupto.
Se sentía asustada y desprotegida. Fue una conversación con su hija que en ese entonces tenía 11 años la que determinó la decisión de emprender rumbo hacia Santiago, la capital chilena a través de un largo recorrido por tierra.
"Mami, ya no quiero verte llorar, quiero volver a verte reír", recuerda Onia que le dijo su niña. "Muchas personas juzgan, pero no saben qué hay detrás de una decisión como esta, que finalmente es arriesgarse a cruzar tantos países con dos hijos. Mis niños estaban desnutridos, sin ir al colegio, con mucho miedo, yo no podía quedarme", cuenta.
Una vez en Santiago de Chile consiguió un empleo donde estuvo tres años y medio, hasta que fue desvinculada. Sin trabajo y sin poder mantener su casa, cayó en una depresión: "Estaba desesperada, esperaba que los niños se fueran al colegio para derrumbarme", recuerda.
Fue gracias a una intervención integral que le brindó la Vicaría Pastoral Social y al ofrecimiento de un servicio de apoyo psicológico que ella pudo acceder a un tratamiento de salud mental para salir adelante.
"Me sentía tan mal que acepté y fue lo correcto, la terapia fue la base para no caer. Yo quería alguien con quien hablar, con quien desahogarme, alguien que me diera ánimo y escuchara", reflexiona.
Ella asegura que la terapia le ha regresado la seguridad, que le ha servido para valorar las cosas que ha logrado para su familia y ha aceptado el desafío de ampliar su círculo social. Ahora tiene dos amigas cercanas quienes se han vuelto su red de apoyo, y con quienes puede hablar.
En 2020, Gabriel y su familia llegaron a Santiago. Él trabajó en distintos lugares y logró comprar una moto para repartir pedidos a domicilio. Pese a trabajar 14 horas diarias los problemas económicos persistían, provocando que la angustia aumentara.
Su relación se quebró y Gabriel quedó a cargo de su pequeño hijo. La presión y angustia que sentía continuaba en aumento. "Pensaba en las deudas todo el día, incluso a veces no jugaba con mi hijo, porque no me daba el ánimo", recuerda Gabriel.
En ese contexto, decidió aceptar el ofrecimiento de los profesionales de la Vicaría Pastoral Social, para acceder a apoyo en salud mental.
"En la primera cita con la psicóloga sentí un desahogo, sentí que alguien que me escuchaba. No soy muy expresivo, me cuesta hablar, es el desconocimiento que tenemos sobre la salud mental", expresa.
Comenta que la psicóloga le recomendó tener tiempo para él, compartir con sus pares y sobre todo no sentir que la vida lo castiga.
"Mi vida no ha sido 100% positiva, cuando me pasa algo bueno lo veo como rareza, en cambio, si me pasa algo malo, creo que es porque no hice las cosas bien, por eso la doctora me dice que no debo pensar siempre en que le debo algo a la vida", destaca.
Gabriel tomó sus palabras, y hoy asegura que piensa más en él y su hijo y en cómo salir adelante. "Mi meta es verlo feliz, prepararlo para la vida y para eso lucho todos los días", dice.
El proyecto financiado por la Unión Europea en Santiago de Chile, ofrece atención profesional individual y grupal a personas refugiadas y migrantes.
Onia y Gabriel son parte de las 350 personas que se atendieron en 2024 en el Centro Itinerante de Apoyo Psicosocial de la Vicaría Pastoral Social.
Este centro itinerante apoyado por ACNUR, y financiado por la Unión Europea es liderado por equipos especializados en salud mental, atiende en diversos lugares a personas solicitantes de asilo, refugiadas y migrantes; permitiéndoles acceder a servicios como atención psicológica individual, intervenciones grupales diseñadas para brindar herramientas de salud mental a quienes tienen necesidades similares, y atención en diferentes centros de la capital chilena.
Gracias a este espacio hoy pueden hacer un breve recuento de sus historias. Pero esta vez con la esperanza que la vida, poco a poco, les va dando la oportunidad de salir adelante para ser felices.
Personal de ACNUR durante una actividad comunitaria en Santiago de Chile junto a voluntarios y voluntarias de la Vicaría Pastoral Social.
"Ser una persona refugiada o migrante puede ser difícil especialmente para aquellas en situación irregular. Esto supone una gran fragilidad y la posibilidad de caer en la vulnerabilidad cada vez que una familia enfrenta un problema de salud, la pérdida del empleo, etc.", destaca Jessica Chaix, Coordinadora para Suramérica de la Dirección General de Protección Civil y Ayuda Humanitaria (ECHO, por sus siglas en inglés).
"En este contexto, esta iniciativa de la Vicaría de la Pastoral Social de Chile proporciona apoyo psicosocial a los que lo necesitan, el que es muy bien valorado y se complementa con otros servicios cuando las familias se encuentran en situaciones de gran vulnerabilidad, tal como el alojamiento de emergencia, el apoyo para que arrienden un lugar donde vivir, etc.", agrega Jessica.
"Muchas personas que decidieron dejar sus países por distintas razones han vivido situaciones de violencia o de vulnerabilidad, en muchas ocasiones extremas, por lo que cargan con un dolor que es muy difícil de abordar sola o solo. Asimismo, muchos han realizado trayectos por distintos países que los expone a situaciones extremas que sin duda dejan huellas difíciles de borrar, que no se ven, por lo que iniciativas como esta es un paso para mirar la vida desde otra perspectiva sintiéndose más acompañados", asegura por su parte, Rebeca Cenalmor Rejas, Jefa de la Oficina Nacional de ACNUR en Chile.
Desde la Vicaría, Luis Berríos, Director Ejecutivo de la institución destaca: "Este programa es muy relevante para el trabajo de la Vicaría porque cuando trabajamos con personas en situación de desplazamiento forzoso, en movilidad humana o personas refugiadas, nos damos cuenta de que su bienestar emocional es fundamental para favorecer su proceso de integración y también hemos detectado que las propias personas refugiadas y migrantes verbalizan cada vez más esta necesidad".