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10/09/2024 | Press release | Archived content

Minimizando los efectos negativos del desempleo tecnológico inducido por la IA

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  • por Janine Berg
    Economista senior de la OIT

Los debates actuales sobre la Inteligencia Artificial (IA) y el empleo se han centrado en dos puntos de vista opuestos: los pesimistas, que temen al desempleo generalizado y un futuro sin trabajo, y los optimistas, que ven en las nuevas tecnologías el medio de liberar a los trabajadores de tareas abrumadoras, y en las que las enormes ganancias de productividad darán paso a un futuro más rico y glorioso.

Pero también hay espacio para una posición intermedia, que reconoce tanto los riesgos como las posibles recompensas. Llamémosles los realistas.

La visión realista, ante todo, reconoce que los resultados no son definitivos. Las sociedades pueden decidir cómo se despliega la tecnología, cómo se distribuyen los posibles beneficios y qué ocurre con los afectados, para bien o para mal.

Esta visión reconoce que la mayoría de los empleos no desaparecerán, ya que hay límites a lo que la IA puede hacer, y esos límites son aún mayores a lo que puede hacer bien.

Pero también reconoce que se perderán algunos puestos de trabajo y que las consecuencias para los trabajadores que los pierdan no son nada bonitas, tanto en lo que se refiere a los efectos inmediatos del desempleo como al empleo y los ingresos futuros.

Lecciones históricas sobre el desempleo tecnológico

La historia económica está llena de historias de penurias sufridas como consecuencia de la innovación tecnológica.

Al escribir sobre el desempleo tecnológico en la Revolución Industrial, el historiador Ben Schneider documenta los efectos negativos a largo plazo, tanto para las mujeres como para sus familias, causados por la mecanización del hilado a mano. En la década de 1770, el hilado a mano daba trabajo en Gran Bretaña a más del ocho por ciento de la población, principalmente mujeres y, en aquella época, niños. La pérdida de este trabajo a domicilio, que comenzó en la década de 1780 y persistió durante medio siglo, redujo los ingresos rurales, ya que las mujeres no pudieron sustituir la pérdida de ingresos. Los nuevos empleos fabriles que surgieron se encontraban en los centros urbanos y eran mucho menos numerosos: en 1850, este tipo de empleo representaba menos del 1% de la población, y menos de la mitad de los puestos de trabajo estaban ocupados por mujeres.

La mecanización de las centralitas telefónicas es otro ejemplo. En la década de 1920, la industria telefónica estadounidense empleaba a más de 300.000 personas y era la quinta ocupación más importante para las mujeres jóvenes. La mecanización, que se produjo en gran parte durante las décadas de 1920 y 1930, provocó un descenso del empleo del 80%. Aunque la eliminación de estos puestos de nivel inicial no afectó negativamente a las mujeres que accedían al mercado laboral, las operadoras despedidas tenían más probabilidades de quedarse sin empleo que sus compañeras y, si encontraban un nuevo trabajo, era en general peor pagado.

Operadoras de Chesapeake & Potomac Telephone en la centralita de Washington DC (EE.UU.) hacia 1920-1930

Consecuencias a corto y medio plazo de la IA en el empleo

Aunque sabemos que, con el tiempo, estas innovaciones tecnológicas, pero también otros inventos en la navegación, el transporte, la digitalización y otros ámbitos, fueron beneficiosos para el crecimiento económico y la expansión del empleo en general, no debemos ignorar las consecuencias negativas del desempleo tecnológico a corto y medio plazo.

Nuestra investigación en la OIT sugiere pérdidas de empleo relativamente pequeñas como consecuencia de la IA generativa, pero estos efectos, no obstante, se concentrarán, en particular entre los trabajadores administrativos de apoyo. Entre las personas trabajadoras administrativas de apoyo se incluyen profesiones como los de atención al cliente, recepcionista o secretaria, que han experimentado un descenso de los niveles de empleo en los últimos 10-15 años, y en las que los efectos de la IA están empezando a establecerse. Muchos de estos empleos de apoyo administrativo están ocupados por mujeres. En consecuencia, las mujeres están 2,5 veces más expuestas a los riesgos de la automatización que los hombres. En conjunto, estimamos que el 2,3% del empleo (o 75 millones de puestos de trabajo) está en riesgo de automatización debido a la alta exposición a la tecnología de IA generativa. En los países de renta alta, la proporción es mayor, del 5,1% del empleo (o 30 millones de puestos de trabajo), ya que este tipo de trabajo es más frecuente.

Cómo afectan las infraestructuras a la difusión de la IA

También es preocupante que no haya mucha protección frente a los riesgos de la automatización, ni siquiera en algunos países en desarrollo. Un estudio publicado recientemente por la OIT y el Banco Mundial, realizado por mi colega Pawel Gmyrek y sus coautores, concluye que, en América Latina, muchas de las ocupaciones que podrían beneficiarse de los efectos de mejora de la productividad de la IA no utilizan actualmente una computadora en el trabajo, por lo que se perderán estos beneficios, mientras que los trabajadores de empleos con alto riesgo de automatización utilizan, en su mayoría, computadoras. Así pues, una infraestructura inadecuada es un cuello de botella para el aumento de la productividad en algunas ocupaciones, pero no en las que corren riesgo de automatización.

En América Latina, es más probable que los empleos de riesgo los ocupen mujeres con una formación relativamente buena, que viven en zonas urbanas, tienen unos ingresos relativamente altos y un contrato de trabajo formal y asalariado en los sectores de la banca, las finanzas y los seguros, o en el sector público. En otras palabras, son empleos bastante buenos. Y aunque no se suprimirán todos los empleos, aquellos que los pierdan tendrán dificultades para recuperarse, especialmente en América Latina, donde el mercado laboral está compuesto por un elevado porcentaje de trabajo informal, en particular por trabajo a cuenta propia.

La bibliografía es clara al afirmar que el desempleo, ya sea por razones tecnológicas o de otro tipo, inflige una «cicatriz» a largo plazo en los trabajadores, tanto en la probabilidad de que se repitan los episodios de desempleo como en la disminución de los ingresos posteriores a lo largo del tiempo. Estos resultados son válidos independientemente del país, el ciclo económico o las características del/a trabajador/a. Un estudio tras otro, cada uno más sofisticado que el anterior, confirma el resultado.

Pero los estudios también muestran la importancia de los pagos de transferencia para reducir la pérdida inmediata de ingresos, así como para reducir los efectos cicatrizantes al dar tiempo a los trabajadores para buscar un nuevo empleo que sea de buena calidad. Por esta razón, los efectos cicatrizantes son menos graves, aunque todavía evidentes, en los países con instituciones del mercado laboral y sistemas de protección social más sólidos. De ahí la importancia de las políticas públicas.

Soluciones de política para minimizar la pérdida de empleo

La primera y mejor solución es evitar la pérdida de puestos de trabajo. Una forma de hacerlo es fomentar la innovación tecnológica que complemente el trabajo humano en lugar de sustituirlo, como defienden Acemoglu y Johnson en su reciente libro Poder y Progreso. Otra opción, más factible a corto plazo, es recolocar al personal en riesgo de desempleo tecnológico en otros puestos dentro de la misma organización. Además de la redistribución, la Recomendación sobre la terminación de la relación de trabajo, 1982 (núm. 166) de la OIT anima a los empleadores a explorar otras soluciones, entre ellas los ajustes de las horas de trabajo y las políticas de contratación, y a emprender tales medidas previa consulta con las organizaciones de empleadores y de trabajadores.

En caso de pérdida de empleo, se necesitan otras políticas, como el apoyo a los ingresos a través del seguro de desempleo u otras medidas de protección social. También es necesario desarrollar e instituir programas de reciclaje y mejora de las cualificaciones que puedan preparar a los trabajadores para nuevas carreras en la economía digital, así como en la creciente economía ecológica y de los cuidados. Preparar a los trabajadores para estos empleos y apoyar las inversiones públicas y privadas en estos sectores contribuirá en gran medida a minimizar los efectos negativos del desempleo tecnológico.