01/24/2025 | Press release | Distributed by Public on 01/24/2025 14:39
Desde niña, Suhaila siempre ha encontrado consuelo en los números. "No me gustan las cosas vagas", asegura esta exrefugiada afgana de 24 años que ahora trabaja en administración financiera. "Los números siempre son seguros, estables".
Para alguien que se vio forzada a huir de su hogar a los cuatro años, este deseo de estabilidad es comprensible. En el año 2000, en medio del aumento de la inseguridad y la violencia en Afganistán, los padres de Suhaila decidieron que ya no era un lugar seguro para criar a sus hijos, y la familia huyó a la República Kirguisa.
"Al principio fue difícil", recuerda Suhaila, y añade que hasta que la familia no se matriculó en las clases que ofrecía ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, entre ellas clases de ruso, no empezaron a integrarse y a hacer amistades con otros miembros de la comunidad afgana en Biskek, la capital.
Como refugiados reconocidos, Suhaila y su familia recibieron documentos de refugiado y tuvieron acceso a algunos derechos básicos, incluida la educación. Ella y sus hermanos se adaptaron pronto a su nueva escuela, pero Suhaila recuerda que fue mucho más difícil para su madre, quien se dedicaba al hogar, adaptarse a su nueva vida en Biskek.
"Fue entonces cuando decidí que quería ser independiente", recuerda Suhaila, y añade que recibir educación era el paso más importante para conseguirlo.