10/06/2025 | Press release | Distributed by Public on 10/07/2025 14:24
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, durante su discurso inaugural de la 76 sesión plenaria del Comité Ejecutivo del Programa del Alto Comisionado, en Ginebra, Suiza.
Señor presidente,
Distinguidos delegados,
Estimados colegas,
Tengan la seguridad de que, aunque esta es la última vez que me dirijo a este Comité como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, este no será un discurso de despedida. Todavía no. Ya habrá tiempo para eso.
En cambio, me gustaría compartir algunas reflexiones, no solo sobre el último año - que ha sido muy difícil - sino también sobre los acontecimientos de la última década, para trazar la trayectoria de la organización y esbozar lo que podría depararle el futuro.
En octubre de 2015, hace exactamente diez años, la crisis de las personas refugiadas sirias estaba en su punto álgido. La imagen que definió ese momento fue la del pequeño Alan Kurdi, cuyo cuerpo yacía sin vida en una playa. Entonces era imposible imaginar que, hace poco más de diez días, habríamos alcanzado el hito del millón de personas refugiadas sirias retornadas.
Durante ese mismo tiempo, posiblemente debido a la crisis de las personas refugiadas sirias, especialmente, pero no solo, en Europa, hemos sido testigos de una creciente reacción negativa - manipulada y politizada, pero no por ello menos real - contra las personas refugiadas, migrantes y, en ocasiones, incluso personas extranjeras.
Para comprender la situación actual del asilo, y me refiero también a los recientes recortes en los presupuestos de ayuda externa, es importante situarla en el contexto de una dinámica que ha caracterizado la última década: la desilusión generalizada de las personas con las instituciones que deberían representarlas.
Existe una percepción cada vez mayor de que se necesitan narrativas nuevas y más sencillas para ayudar a explicar nuestro mundo difícil e inestable. Esto ha implicado dejar de lado enfoques que ya no se consideran adecuados para abordar las complejas cuestiones a las que se enfrentan los Estados y las sociedades - enfoques como la cooperación y el compromiso.
Por lo tanto, la propia idea del multilateralismo ha sido objeto de ataques. Los argumentos en sí no son nuevos: se critica al multilateralismo por ser excesivo e ineficaz. Se considera una violación de la soberanía estatal. Una reliquia de un pasado que ya no existe - a pesar de que las instituciones multilaterales, con sus imperfecciones, han servido para promover los intereses tanto de los países poderosos como de los menos poderosos. Pero todos podemos ver cómo el péndulo del comportamiento de los Estados se ha alejado de la cooperación hacia una política transaccional. Podemos ver cómo el poder, y la creencia de que la fuerza da la razón, no solo impulsa la toma de decisiones geopolíticas, sino también, sobre todo, la forma en que se libran las guerras, tanto dentro de los Estados como entre ellos.
Las atrocidades perpetradas en Gaza y Cisjordania, en Ucrania, Sudán o Myanmar son prueba del abandono deliberado de las normas en nombre del poder violento, llevado a cabo con total impunidad tanto por Estados como por entidades no estatales. Personas asesinadas mientras esperaban en fila para recibir alimentos. Personas civiles masacradas en campamentos a los que habían huido en busca de seguridad. Hospitales y escuelas destruidos y un número récord de trabajadores humanitarios asesinados.
Las partes en conflicto ya ni siquiera fingen respetar el derecho internacional humanitario ni ningún conjunto de normas. En cambio, la guerra y la violencia indiscriminada se presentan como justificables siempre que se logren los objetivos militares - sin importar las normas. Ningún coste humano es demasiado alto, ninguna imagen de muerte o destrucción es demasiado impactante. No hay lugar a dudas: la repetición diaria de atrocidades tiene por objeto adormecer nuestra conciencia y hacernos sentir impotentes.
Pero no lo somos, nuestro poder reside en mantener la claridad moral y reafirmar los valores humanitarios fundamentales: proteger a los civiles y las infraestructuras civiles, garantizar el acceso a las poblaciones afectadas y asegurar la prestación sin obstáculos de la ayuda humanitaria. Pero también tenemos el deber de abordar las consecuencias de esta violencia, el desplazamiento forzado es una de ellas. Y por eso existe el ACNUR: para proteger a las personas refugiadas y encontrar soluciones a su difícil situación, siendo esta nuestra misión. El mandato que nos dieron hace 75 años sigue siendo muy relevante hoy en día, quizás más relevante que nunca.
Señor presidente,
La lista de las principales emergencias de los últimos diez años es larga y conocida - ya he mencionado Siria, a la que hay que añadir Myanmar, Sudán del Sur, Yemen, Afganistán, la República Democrática del Congo, Ucrania y Sudán, por citar solo algunas de las que siguen activas. En América Latina y el Caribe, las crisis complejas dan lugar a desplazamientos complejos - de personas venezolanas, nicaragüenses, haitianas y otras. Los conflictos, agravados por el cambio climático y otros factores, han generado situaciones de desplazamiento prolongado en el Sahel y el Cuerno de África.
Desde 2015, el número de personas obligadas a huir de sus hogares debido a la guerra y la persecución prácticamente se ha duplicado, alcanzando los 122 millones. Los desplazamientos forzados - la movilidad humana en general - también han aumentado en velocidad y complejidad.
El éxodo de Ucrania en 2022, tras la invasión rusa a gran escala, fue el desplazamiento a gran escala más rápido desde la Segunda Guerra Mundial, con millones de personas buscando en pocas semanas protección al otro lado de las fronteras o en zonas más seguras de Ucrania. En Sudán, los cambiantes frentes de un conflicto cruel entre fuerzas que compiten por la supremacía a expensas de su propio pueblo - junto con las múltiples facciones armadas que operan fuera de las estructuras de mando centralizadas - han cobrado un enorme precio y han dado lugar a un mosaico de desplazamientos de personas refugiadas, tanto dentro como fuera del país. Y dinámicas similares existen en Sudán del Sur, la República Democrática del Congo, Myanmar, el Sahel y muchos otros lugares.
También está la cuestión de los flujos mixtos de población, con personas refugiadas (personas que se ven obligadas a huir de su país) y migrantes (que se desplazan principalmente por motivos económicos) viajando juntos, por las mismas rutas: hacia el sur de África, a través del Mediterráneo, por los Balcanes o a través de la selva de Darién, por nombrar solo algunas. Y aunque la distinción normativa entre personas refugiadas y migrantes es clara, con marcos normativos distintos que se aplican a cada uno, en la práctica, los movimientos mixtos han resultado difíciles de abordar de manera efectiva.
Ante sistemas de asilo desbordados, así como a intensas presiones internas, los países recurren habitualmente a medidas destinadas, ante todo, a detener estos flujos. Adoptan una retórica y unas políticas centradas en endurecer las fronteras o desmantelar las redes delictivas que se aprovechan de la desesperación de las personas que se desplazan: medidas legítimas y necesarias que, sin embargo, a menudo resultan insuficientes - y es entonces cuando se intensifican los llamamientos para reformar de manera fundamental o incluso eliminar los actuales sistemas de asilo y la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.
Señor presidente,
En los últimos meses, esta narrativa ha vuelto a cobrar fuerza. Y, como he dicho en repetidas ocasiones, ACNUR es plenamente consciente de los retos reales que plantean los flujos mixtos de población. Siempre estaremos dispuestos a apoyar a todos los países en la búsqueda de soluciones realistas y basadas en principios.
Pero permítanme reiterar algunos puntos fundamentales.
En primer lugar, y debemos ser absolutamente claros, el problema que nos ocupa no es una cuestión de principios.
El derecho a solicitar asilo no se inventó hace 75 años. La obligación moral de proporcionar protección a quienes huyen del peligro está consagrada en textos sacros de todo el mundo. Precisamente porque el asilo salva vidas. Eso es lo que ha ocurrido en los últimos años en Uganda, Chad, Moldavia o Bangladesh. Estos y otros países, al defender el asilo, han salvado vidas.
La expresión moderna de esos principios es lo que los Estados han codificado en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo posterior - además de varios instrumentos regionales, entre ellos la Convención de la OUA por la que se Regulan los Aspectos Específicos de Problemas de los Refugiados en África, la Declaración de Cartagena o el Sistema Europeo Común de Asilo.
Todos estos instrumentos fueron negociados por los Estados. No son contrarios a la soberanía. De hecho, son instrumentos de la soberanía estatal. Sin duda, los Estados tienen el derecho - de hecho, la obligación - de controlar sus fronteras. El actual sistema de asilo se basa en ello. Pero los Estados también tienen la responsabilidad compartida de proteger a quienes huyen para salvar sus vidas. La soberanía y el derecho a solicitar asilo no son incompatibles. Son complementarios. El asilo no es ni ha sido nunca un vehículo para la defensa indiscriminada de las fronteras abiertas.
Quiero ser claro al respecto. En un entorno en el que todo está altamente politizado, poner sobre la mesa la Convención sobre los Refugiados y el principio de asilo sería un error catastrófico. Nos llevaría a un callejón sin salida y, en última instancia, haría que el problema fuera más difícil de abordar.
¡Cuidado, por favor, con las soluciones fáciles!
Y permítanme repetir algo que ya me han oído decir antes, pero que es importante en el contexto de esta discusión: la mayoría de las personas refugiadas en el mundo no se encuentran en Europa ni en América del Norte. Tres cuartas partes se encuentran en países de renta baja o media. Cualquier esfuerzo por reformar el sistema actual, y mucho más por reconstruirlo, debe - además de mantener la protección de las refugiadas como prioridad - tener en cuenta la realidad de todos los Estados, especialmente de aquellos que han sido los países de acogida más generosos y que a menudo cuentan con recursos escasos. De lo contrario, solo podemos concluir que las presiones para reformar el asilo no se hacen de buena fe, sino que representan un nuevo ataque a la solidaridad internacional, en un momento en que muchos países siguen acogiendo a personas refugiadas.
Señor presidente,
El reto al que nos enfrentamos es de implementación, no de principios, es operacional y no normativo. La verdadera cuestión es cómo aplicamos los principios existentes a contextos que siguen evolucionando. ¿Qué soluciones prácticas hay disponibles que puedan ayudarnos a responder a los retos actuales del desplazamiento forzado, no solo en movimientos mixtos, sino también en situaciones prolongadas de refugiados o en situaciones de desplazamiento interno? Y en cada uno de estos contextos, se ha producido una evolución en la forma en que se han implementado los principios actuales para ofrecer más opciones políticas y operacionales. La afirmación de los Pactos Mundiales complementarios sobre los refugiados y la migración por parte de las Naciones Unidas en 2018 fue un hito en este sentido. Los pactos son conjuntos de herramientas que contienen muchas sugerencias clave, incluso respuestas, a las demandas de reforma que escuchamos hoy en día.
Lo mismo ha ocurrido con respecto al desplazamiento interno, desde los Principios Rectores publicados hace 30 años hasta la reciente Agenda de Acción del Secretario General sobre los Desplazamientos Internos, centrada en las soluciones.
En este contexto, ACNUR ha publicado orientaciones y documentos detallados sobre diferentes aspectos de la gestión del asilo en situaciones de movimientos mixtos de población. En ellos se abordan, en términos muy prácticos, cuestiones críticas con las que se enfrentan muchos países, como la forma de simplificar y agilizar los procedimientos decisorios, o la forma de elaborar e implementar acuerdos internacionales para que las personas refugiadas y solicitantes de asilo puedan ser trasladadas a un tercer país de manera coherente con el derecho de los refugiados y los principios internacionales de la responsabilidad compartida.
También quiero destacar un punto fundamental: el marco internacional de asilo está destinado a las personas que huyen de la guerra, la violencia, la discriminación y la persecución, y que necesitan protección. Esto significa que, por definición, quienes no están contemplados en esa categoría pueden ser retornados a sus países o, en virtud de acuerdos mutuos, a otros países -por supuesto, de forma digna. Recientemente hemos publicado orientaciones concretas sobre este punto específico - en las que se ofrecen opciones de políticas para establecer sistemas de retorno efectivos para las personas que no necesitan protección internacional, incluido el uso de centros de retorno.
Permítanme añadir que todo este trabajo no es académico, sino que se basa en la experiencia, tanto la suya como la nuestra, incluyendo, por ejemplo, los notables avances logrados en el fortalecimiento de los sistemas de asilo en América - en Brasil, México o Costa Rica. O el acuerdo alcanzado recientemente entre Francia y el Reino Unido, que demuestra que los Estados pueden cooperar en traslados legales para hacer frente a los movimientos mixtos y sucesivos.
Me preocupa que la discusión actual - en Europa, por ejemplo - y algunas prácticas de deportación actuales - como en los Estados Unidos - aborden retos reales de manera no coherente con el derecho internacional. Por lo tanto, mi petición es la siguiente: cuando decidan explorar este tipo de acuerdos, consulten con nosotros y cuenten con nosotros. Como escucharemos más adelante de la Alta Comisionada Auxiliar para la Protección: ACNUR está aquí para asesorarles y apoyarles, de modo que cualquier medida que elijan siga siendo legal.
En los últimos años, en respuesta a estos movimientos mixtos, ACNUR y la Organización Internacional para las Migraciones han estado abogando conjuntamente con los Estados para que consideren un conjunto de opciones - las que acabo de mencionar sobre el fortalecimiento de los sistemas de asilo, los retornos y la readmisión, pero también otras, como el reasentamiento, la movilidad laboral, las vías de educación, etc. Hemos utilizado el término "enfoque integral en las rutas" para describir este conjunto de opciones.
La idea subyacente del enfoque integral en las rutas es sencilla: no hay que esperar a que las personas hayan cruzado ya muchas fronteras para reaccionar. Para entonces - cuando la discusión se ha politizado - es muy difícil ser efectivo. En cambio, hay que analizar en sentido ascendente las rutas de desplazamiento en su conjunto y encontrar formas de estabilizar los movimientos de población antes de que se vuelvan más complicados de abordar y más peligrosos para quienes están en situación de movilidad. Al hacerlo, hay que invertir no solo en controles, sino también en oportunidades: ayudar a proporcionar protección y apoyo a las personas refugiadas y vías migratorias regulares a las demás personas.
Estamos hablando de soluciones prácticas. Fíjese en el Estatuto de Protección Temporal que Colombia aprobó para las personas desplazadas venezolanas en 2021 - una de las decisiones más innovadoras y valientes que ha tomado la región en décadas. Benefició a casi dos millones de personas en situación de movilidad, dándoles una oportunidad en Colombia, y aunque no la eliminó, sin duda redujo la presión migratoria sobre otros países. Este es el tipo de iniciativa estabilizadora que requiere apoyo internacional.
Señor presidente,
Permítanme ahora referirme brevemente al desplazamiento prolongado de las personas refugiadas. ACNUR reconoció desde el principio - mucho antes de la crisis financiera de este año - que la financiación humanitaria por sí sola se había vuelto insustentable. Con la aceleración de nuevas emergencias humanitarias, es evidente que ni la atención ni los recursos pueden mantenerse durante el tiempo suficiente para satisfacer las necesidades de millones de personas y en ocasiones generaciones, que llevan años desplazadas. Debemos replantearnos cómo debería ser una respuesta humanitaria sostenible al desplazamiento.
Como resultado, en los últimos años se ha producido un alejamiento deliberado de las respuestas puramente humanitarias hacia modelos más sostenibles, centrados en la autosuficiencia de las personas refugiadas y el apoyo a las comunidades de acogida.
Ya no es sostenible perpetuar un sistema que trata de forma diferente a las personas desplazadas y a sus comunidades de acogida, que excluye a un grupo en detrimento de otro y que mantiene sistemas paralelos ineficientes e insostenibles. En estrecha colaboración con algunos gobiernos de acogida, hemos centrado nuestra atención en reforzar las estructuras y capacidades existentes - escuelas y clínicas locales - para que puedan beneficiar tanto a las personas refugiadas como a las comunidades de acogida. Con una mayor inclusión, las personas refugiadas pueden, a su vez, convertirse en contribuyentes, hasta que puedan regresar a sus hogares de forma segura, pero dejando atrás inversiones que seguirán beneficiando a las comunidades de acogida.
Sin embargo, el éxito de ese enfoque sigue dependiendo de que todos cumplan con su parte del acuerdo: los países de acogida, ACNUR, sus socios y los donantes.
La inclusión no funciona si las políticas de los países de acogida aíslan a las personas refugiadas o les privan de oportunidades. Por el contrario, al facilitar el acceso a los servicios y al empleo, al eliminar las restricciones a la libertad de circulación y al invertir en el potencial de las personas refugiadas, los países de acogida generan dividendos económicos y sociales, tanto para ellos mismos como para las personas refugiadas. Esa ha sido la experiencia, por ejemplo, en Brasil, con la política de interiorización, o como en Uganda, que durante años ha estado a la vanguardia de este enfoque. Irán y Pakistán llevan mucho tiempo proporcionando a las personas refugiadas afganas acceso a la salud y la educación. Los estudios han demostrado que las personas refugiadas han contribuido al crecimiento económico, desde Polonia hasta México. Kenia ha puesto en marcha oficialmente este año el Plan Shirika. Etiopía cuenta con la Hoja de Ruta Makatet. La lista es larga. La inclusión y la autosuficiencia son el camino hacia el futuro. Pero la transición hacia la inclusión debe adaptarse a los contextos locales, no puede ser un enfoque único para todos. El proceso debe seguir estando dirigido por los gobiernos y ser de titularidad nacional, con el apoyo de ACNUR y otras entidades.
Esto ha significado que hemos tenido que cambiar en los últimos diez años y crecer más allá de nuestra experiencia tradicional. Tuvimos que participar directamente con un mayor número de ministerios gubernamentales, como los de finanzas o planificación. Y hemos forjado nuevas alianzas.
Estas alianzas, especialmente las establecidas con instituciones financieras internacionales - el Banco Mundial, los bancos regionales de desarrollo, el Fondo Monetario Internacional - han producido una transformación. Sin duda, en lo que respecta a nuestra propia capacidad analítica, creamos equipos especializados dentro de ACNUR para ampliar nuestra experiencia en desarrollo institucional. También establecimos el centro de datos conjunto del Banco Mundial y ACNUR en 2019. Estoy especialmente orgulloso de estos logros durante mi mandato.
Sin embargo, la inclusión tiene un alto costo - tanto material como político. Por esta razón, debe estar respaldada por recursos de donantes - ya que las personas refugiadas son una responsabilidad compartida. Nuestra colaboración con instituciones financieras internacionales nos ha permitido movilizar conocimientos y recursos para todos ustedes - en su mayor parte de forma no transaccional, es decir, no a través de ACNUR. En la última década, solo el Banco Mundial proporcionó 5.500 millones de dólares directamente a países de renta baja que acogen a personas refugiadas a través de la Ventana para Comunidades de Acogida y Refugiados. En el caso de los países de ingresos medios, la financiación se ha facilitado a través del Mecanismo Global de Financiamiento Concesional. Muchas de las instituciones de desarrollo de sus países (el BMZ, la Agence Française de Développement, los Países Bajos - a través de la asociación PROSPECTS -, Dinamarca - a través de varias iniciativas privadas y públicas - JICA y otras) también han sido importantes colaboradores.
El potencial es enorme y ha atraído al sector privado, a través de la Corporación Financiera Internacional y de innumerables empresas y fundaciones. Quiero destacar este año a la Fundación Mastercard por su extraordinario compromiso de 300 millones de dólares durante los próximos cinco años.
Por supuesto, el camino no ha sido del todo fácil. El modelo de negocio de desarrollo funciona a un ritmo mucho más lento y cauteloso que el humanitario. Superar esta brecha y conseguir que los actores de desarrollo sean más capaces de asumir riesgos y participar en contextos frágiles es el reto de cara al futuro. A través de nuestra Iniciativa de Respuestas Sostenibles, dirigida por el Alto Comisionado Auxiliar para las Operaciones, seguiremos desempeñando nuestro papel.
Pero la situación se está volviendo más compleja.
Señor presidente,
Dentro del arco general de transformación que acabo de describir, quiero abordar lo increíblemente perjudiciales que han sido los recortes de financiación de este año. Y seré directo.
No creo que se trate simplemente de una crisis financiera. Lo que estamos afrontando - lo que se ha impuesto sobre el sistema de ayuda internacional, y sobre ustedes mismos, por cierto - son decisiones políticas con consecuencias financieras desastrosas.
Dicho esto, debemos lidiar con la dura realidad de las cifras. Y las cifras son desoladoras.
Nuestro presupuesto para 2025, que ustedes aprobaron, ascendía a 10.600 millones de dólares, similar al de años anteriores. Durante los últimos años, hemos recibido aproximadamente la mitad de nuestras necesidades presupuestarias, es decir, unos 5.000 millones de dólares al año. Tras el aumento de las contribuciones debido a la crisis de Ucrania, y anticipando una disminución, en 2024 llevamos a cabo un ajuste en el que redujimos unos 1.000 puestos de trabajo y congelamos algunas actividades.
En 2025, previmos fuertes dificultades financieras y proyectamos una nueva disminución del 10% en las contribuciones previstas en comparación con 2024.
La situación resultó ser significativamente peor.
Tal y como están las cosas, prevemos que terminaremos 2025 con 3.900 millones de dólares en fondos disponibles, lo que supone una disminución de 1.300 millones de dólares en comparación con 2024, o aproximadamente un 25 % menos. Y el año aún no ha terminado. La última vez que tuvimos menos de 4.000 millones de dólares fue en 2015, cuando el número de personas desplazadas por la fuerza era la mitad del actual.
Lo peor es que, como no podemos destinar los fondos con asignación directa a donde más se necesitan, actualmente existe el riesgo de que haya un desajuste entre nuestros compromisos financieros actuales y los fondos disponibles. Este desajuste se estima en más de 300 millones de dólares en la actualidad. Por supuesto, estamos haciendo todo lo posible para solucionarlo. Seguimos monitoreando muy de cerca nuestros gastos. Hemos impuesto controles muy estrictos, incluyendo la suspensión o cancelación de compromisos. Pero tenemos gastos fijos que no podemos evitar.
Esta situación no solo puede obligarnos a realizar nuevos recortes en los programas, lo que afectaría a las personas refugiadas y a los países de acogida, sino que también podría enfrentarnos con un comienzo muy difícil para 2026, ya que no tendríamos fondos transferidos ni efectivo disponible para cubrir los compromisos al inicio del año. Por lo tanto, debo hacer dos llamamientos urgentes: uno es para que nos presten su apoyo proporcionándonos una inyección urgente de al menos 300 millones de dólares en recursos flexibles antes de que termine el año, a fin de minimizar el riesgo de déficit. Dos - una petición que hago todos los años, pero que ahora es más importante que nunca - por favor, comprometan y desembolsen los fondos para 2026 lo antes posible.
Señor presidente,
Como saben, nuestro presupuesto para el próximo año asciende a 8.500 millones de dólares, lo que sigue reflejando las necesidades, pero con una apreciación realista de la disminución de los recursos. Hay demasiadas incógnitas para predecir con precisión las contribuciones de 2026, pero si continúan las actuales tendencias a la baja en la financiación, la organización podría verse obligada a realizar nuevas reducciones, al menos en algunas situaciones.
Puedo asegurarles que estamos respondiendo y preparándonos para garantizar la máxima efectividad en todas las áreas de nuestro trabajo, pero esto no puede ocultar el hecho de que el impacto de los recortes ha sido devastador. Ningún país, ningún sector, ningún socio se ha librado. Se han tenido que suspender programas críticos y actividades que salvan vidas. Se ha suspendido la labor de prevención de la violencia de género. Se ha suspendido el apoyo psicosocial a los supervivientes de la tortura. Se han cerrado escuelas. Se ha reducido la ayuda alimentaria. Se han recortado las ayudas en efectivo. Se ha paralizado el reasentamiento. Se han reducido aún más los fondos destinados a ayudar a reducir la apatridia. Y podría seguir enumerando ejemplos. Esto es lo que ocurre cuando se recortan más de 1.000 millones de dólares en financiación en cuestión de semanas.
Y luego, con el debido respeto, se nos pide constantemente que expliquemos la lógica estratégica que subyace a nuestras reducciones. Créanme, no es fácil ser estratégico cuando nos enfrentamos a recortes que nos han sido impuestos de la manera menos estratégica que he observado en mi larga carrera.
Pero estamos siendo lo más estratégicos posible. No eliminamos actividades al azar. Consultamos a nuestros socios. Les consultamos a ustedes, especialmente a nivel nacional. Establecimos parámetros para ayudarnos a ser rigurosos. Dar prioridad al trabajo sobre el terreno. Salvaguardar las capacidades clave en materia de protección, respuesta a emergencias y búsqueda de soluciones. Tratar de minimizar el impacto en las personas refugiadas y en los países de acogida. Pero sabíamos, y se lo advertimos, que unos recortes tan profundos y rápidos en la ayuda tendrían un precio muy alto. Y así fue.
Incluso en nuestra presencia a nivel mundial. La capacidad de nuestra sede se ha reducido. Cerramos nuestra oficina regional en el sur de África. En total, tuvimos que reducir o modificar nuestra presencia en 185 oficinas. Aunque hemos intentado mitigar el impacto integrando al personal del ACNUR en estructuras más amplias de las Naciones Unidas o aumentando nuestra dependencia de las oficinas multipaís, podremos hacer menos cuando se nos pide más.
Porque llevamos meses advirtiendo de que, al ejercer presión sobre las personas refugiadas, en los países de acogida y en el sistema humanitario al mismo tiempo, se corre el riesgo de provocar un efecto dominó de inestabilidad. De agravar el desplazamiento que todos estamos tratando de resolver.
Este año he viajado a prácticamente todas las situaciones humanitarias importantes en las que interviene ACNUR. Ucrania, Moldavia, Siria, Türkiye, Jordania, Líbano, Bangladesh, Kenia, Chad, México, Etiopía, Afganistán, Irán, República Democrática del Congo, Ruanda y Myanmar. Tengo previstas algunas visitas más antes de que termine el año.
Lo hice intencionadamente. Quería ver de primera mano el impacto de los recortes de financiación. También quería discutir con los gobiernos las formas en que ACNUR podría seguir prestando apoyo.
Y quería hablar con mis colegas. Estar con ellos en estos momentos difíciles.
Casi 5.000 colegas de ACNUR ya han perdido sus puestos de trabajo este año. Esto supone más de una cuarta parte de todo nuestro personal. Y con más separaciones previstas, se espera que esa cifra aumente.
No hace falta que les diga lo doloroso que ha sido esto. En primer lugar, para nuestros colegas afectados, cuyas vidas se han visto trastornadas. Muchos llevaban años trabajando en la organización. Algunos mantenían a toda su familia en lugares donde escasean los puestos de trabajo. Otros prestaban servicio en lugares remotos, a menudo en condiciones muy duras, lejos de sus seres queridos. Todos ellos, incluidos algunos que ustedes conocen, estoy seguro, habían dedicado su vida profesional a las personas refugiadas. Para ellos, trabajar en ACNUR era más que un empleo. Era una forma de vida.
Y aunque seguimos comprometidos con la búsqueda de soluciones y oportunidades para volver a contratarlos siempre que sea posible, está claro que las oportunidades futuras serán limitadas; el trabajo en el sector de la ayuda humanitaria en su conjunto será más incierto. Esto dificultará retener el talento actual y atraer a los líderes humanitarios del mañana.
La organización tardará tiempo en recuperar el mismo nivel de experiencia, confianza y moral de los que se quedan.
Pero, señor presidente, no hay duda de que así será.
ACNUR se recuperará y saldrá de este difícil período - seremos más pequeños, pero seguiremos siendo fuertes.
Recuerden que hemos invertido mucho en la transformación de ACNUR durante la última década. Mucho antes de esta crisis de financiación, reconocimos que necesitábamos adaptar las estructuras y los sistemas a la realidad actual, modernizándonos y haciéndonos más eficientes, y quiero agradecer a la Alta Comisionada Adjunta su papel al frente de ese cambio.
Esta crisis nos ha demostrado que aún queda mucho por hacer, especialmente si la organización quiere resistir futuras crisis sistémicas de una manera más flexible. Aquí es donde nuestros esfuerzos de cambio interno se cruzan con las reformas de todo el sistema y, en concreto, con el Reinicio Humanitario, que, como saben, está liderado por el Coordinador del Socorro de Emergencia, y con la Iniciativa UN80, liderada por el Secretario General. Hemos contribuido y participamos activamente en ambas iniciativas.
El Reinicio Humanitario es una propuesta muy ambiciosa, que acogemos con satisfacción. Apoyaremos la racionalización del sistema establecido hace 20 años, que ha sido efectiva pero ha crecido de forma desproporcionada, creando una burocracia innecesaria: por eso apoyamos la simplificación de los grupos temáticos y los llamamientos humanitarios, incluida la racionalización de las estructuras de coordinación - el modelo de grupos temáticos y el modelo de coordinación de refugiados - siempre que las circunstancias lo permitan. Con un liderazgo más fuerte por parte de los coordinadores humanitarios. También hay un compromiso renovado de trabajar con las organizaciones locales, algo que muchos de nosotros ya estamos haciendo. Estamos colaborando estrechamente con la OCHA y el Comité Permanente entre Organismos en todos estos aspectos. El siguiente paso será presentar una hoja de ruta para implementar estos cambios.
En cuanto a la UN80, el reciente informe del Secretario General incluye, como saben, un pilar humanitario, con seis líneas de trabajo que conforman un "Pacto Humanitario". En este caso también, el objetivo final es aumentar la eficiencia, la rapidez y el impacto del sistema humanitario de las Naciones Unidas. Permítanme destacar dos de las vías en las que más hemos participado.
En primer lugar, la ampliación de los servicios comunes entre organismos. Concretamente, esto significa examinar las denominadas funciones y procesos "operacionales" (suministros, telecomunicaciones, locales compartidos, servicios de flotilla compartida y similares) en los que se pueden reducir los costos. Hemos contribuido de manera sustancial a ese esfuerzo, basándonos en la labor que se está realizando en ACNUR para reunir las funciones transaccionales en el marco de los Servicios Compartidos Globales.
Otra línea de trabajo importante dentro del Pacto Humanitario es la efectividad programática, es decir, la forma en que colaboramos con otros organismos, especialmente cuando las responsabilidades se solapan, como es el caso, para nosotros, de la OIM.
Conjuntamente con el Director General de la OIM estamos estudiando posibles áreas para intensificar el trabajo conjunto: la situación en Afganistán, por ejemplo, donde abordar la situación de movilidad de la población desde una perspectiva más diversa - que tenga en cuenta tanto los movimientos de las personas refugiadas como los patrones migratorios económicos - podría ofrecer mejores soluciones a los países de la región y a las personas en situación de movilidad que la actual oleada de retornos forzados desde Irán y Pakistán, que está causando mucho daño; y en otras situaciones, como en el norte de África, donde ACNUR y la OIM pueden colaborar más estrechamente, como hemos hecho en América Latina con la respuesta conjunta a los desplazamientos de población venezolana.
Señor presidente,
Hay otro punto que quiero compartir en este último discurso de apertura del Comité Ejecutivo. Un punto extraído de mi experiencia.
Las fuerzas que determinan el desplazamiento no son estáticas. Cambian de forma inesperada. Y, a veces, sí, cambian para mejor.
Empecé mencionando Siria. Un país devastado por 14 años de guerra civil. Un país cuya población lleva las cicatrices de la pérdida y el desplazamiento a una escala pocas veces vista. En el punto álgido de la crisis, casi la mitad de las personas sirias se vieron obligadas a desplazarse. Millones de personas encontraron protección fuera de Siria, principalmente en el Líbano, Türkiye, Jordania, Irak y Egipto. Países que siguieron acogiendo a personas refugiadas año tras año, incluso después de que se produjera el cansancio de los donantes y aumentaran las presiones internas. Pero su compromiso de acoger a las personas refugiadas sirias les permitió, a ellos y a las refugiadas, seguir soñando con volver a casa.
Y hoy, ese sueño se ha hecho realidad para más de un millón de personas refugiadas sirias. Ahora, retornados sirios, traen consigo esperanza y expectativas. Esperan tener hogares donde dormir. Electricidad para poder trabajar. Escuelas para sus hijos. Empleos para ganarse la vida. Y, sobre todo, esperan y merecen volver a sentirse seguros, dentro de su país. Pero, señor presidente, tenemos que hacer que sus retornos sean sostenibles o corremos el riesgo de ver otra oleada de desplazamientos fuera de Siria. Sin inversiones más rápidas y audaces, puede volver a ocurrir.
ACNUR nunca abandonó Siria durante la guerra. Estábamos allí entonces y seguimos estando allí ahora. Acompañamos a las personas en su regreso a sus comunidades. Rehabilitamos viviendas, ayudamos con el transporte y con dinero en efectivo. Podríamos hacer mucho más, pero necesitamos su apoyo. Esta es una oportunidad para poner fin a una de las mayores situaciones de desplazamiento del mundo. No la dejemos pasar.
Recientemente, un destello de esperanza similar se vislumbró en el conflicto entre la República Democrática del Congo y Ruanda. Hasta hace unas semanas, la situación parecía destinada a permanecer estancada en un ciclo interminable de violencia y desconfianza. Sin embargo, hoy, gracias a los esfuerzos de paz encabezados por los Estados Unidos, en lugar de hablar solo de más derramamiento de sangre, de más personas refugiadas, podemos empezar a pensar, con cautela, pero con un poco más de optimismo, en la estabilidad y el retorno.
Como le dije recientemente al presidente Kagame y al presidente Tshisekedi, ACNUR está dispuesta a seguir colaborando con los gobiernos de la región para garantizar que las poblaciones desplazadas puedan retornar a sus hogares de forma segura, voluntaria y digna, tal y como se estipula en los Acuerdos Tripartitos de 2010 y se reconoce en el reciente Acuerdo de Paz y en la Declaración de Principios de Doha. También en este caso, estamos preparados para desempeñar nuestro papel en el afianzamiento de la paz.
Y esa es, en última instancia, la lección que hay que extraer. Que no podemos resignarnos al conflicto, incluso cuando parece inevitable.
Debemos seguir comprometidos. Ese es el valor de la diplomacia humanitaria. Para reducir el conflicto, una comida a la vez, una familia a la vez, una persona refugiada a la vez. Uno de los mayores privilegios de trabajar con ACNUR es poder actuar desde la ayuda hasta la diplomacia. Ayudar a las personas refugiadas y, al hacerlo, contribuir a abrir un camino hacia la paz, aun cuando la paz parece imposible de alcanzar.
Por eso podemos decir que la paz, contra todo pronóstico, es posible en más situaciones de las que a veces imaginamos.
Es posible en Myanmar, donde debemos seguir participando con todas las partes - las autoridades de facto, el Ejército de Arakan, los países de la región y más allá, y las comunidades desplazadas - para ayudar a crear las condiciones que, con el tiempo, permitan a las personas refugiadas rohingya retornar a sus hogares desde Bangladesh y otros lugares.
Es posible en el Sáhara Occidental, una situación que ha durado 50 años y donde también hemos permanecido participando. ACNUR seguirá apoyando a las personas refugiadas saharauis durante el tiempo que sea necesario. Pero ha llegado el momento de que todas las partes se comprometan de nuevo con la paz, para poner fin de una vez por todas a esta crisis que lleva demasiado tiempo sin resolverse.
Y debemos creer y rezar para que los actuales esfuerzos por alcanzar la paz también puedan afianzarse en Gaza y que los horrores indescriptibles de esa guerra lleguen finalmente a su fin.
Señor presidente,
Distinguidos delegados,
Colegas,
Para terminar, me gustaría darles las gracias una vez más por su apoyo. Tendremos la oportunidad de volver a reunirnos antes de que termine el año, en la reunión de revisión de los avances del Foro Mundial sobre los Refugiados, que se celebrará el 15 de diciembre. Exactamente setenta y cinco años y un día después de la constitución de ACNUR.
Mientras tanto, gracias a nuestros donantes, públicos y privados, y especialmente a aquellos que han hecho un esfuerzo especial por aumentar sus contribuciones: la Comisión Europea, Canadá, los Países Bajos, Suiza y el Banco Africano de Desarrollo. Gracias también a Suecia, Noruega y España con ACNUR, nuestros principales donantes de fondos sin asignación estricta.
Un agradecimiento especial a los países que acogen a personas refugiadas por asumir la pesada responsabilidad que se les ha asignado. Ustedes han sido los mayores defensores de las personas refugiadas. He intentado ser su mayor defensor.
Mi más sincero agradecimiento a nuestros socios: las agencias de las Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales y las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las dirigidas por personas refugiadas. Siguen siendo indispensables en nuestros esfuerzos por apoyar a las personas que huyen.
Y, por último, a las personas refugiadas, las desplazadas y las apátridas - gracias a todas. Su gentileza, valentía y determinación para mantener la esperanza, frente al dolor y la tragedia, siguen impulsando a esta organización cada día.
Gracias por darme fuerza e inspiración durante más de 40 años.
Sin duda, este no ha sido un año fácil para ninguno de nosotros.
Pero recuerden, por favor: nunca ha sido un año fácil para una persona refugiada, y nunca lo será.