Prime Minister's Office of Spain

01/08/2025 | Press release | Distributed by Public on 01/09/2025 07:21

Intervención del presidente del Gobierno en el acto 'España en libertad'

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Buenos días, presidenta del Congreso, querida Francina, vicepresidentas, ministros y ministras, comisionada para la celebración de los 50 años de 'España en libertad', embajadores, embajadoras, director del Museo Nacional Reina Sofía, autoridades, señoras y señores, también a los medios de comunicación, buenos días.

Lo primero, muchas gracias a Eva, a Javier y a Soledad por este coloquio que habéis mantenido y por la presentación de este acto. Y, en segundo lugar, gracias a todos y a todas por asistir a un acto importante para nuestro país.

¿Es España lo suficientemente libre como para recuperar el Guernica? Esa es la pregunta que se hacía, nada más y nada menos que el periódico The Washington Post en agosto de 1977. Una pregunta, por cierto, sobre la que debatieron durante muchos años algunos intelectuales, académicos y columnistas muy importantes afamados de Estados Unidos. Como saben, por aquel entonces el Guernica se exponía en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el MoMA y, por tanto, nadie cuestionaba que en algún momento el cuadro tendría que ser devuelto a España, porque esa había sido la voluntad del entonces ya fallecido Pablo Picasso. La pregunta era cuándo, porque antes de su muerte y desde el dolor del exilio, el pintor malagueño había indicado que el Guernica debería regresar a España solo cuando las libertades públicas hubiesen sido restablecidas en nuestro país.

Cierto es que la dictadura franquista trató de recuperar el cuadro en varias ocasiones a partir de 1968. Incluso el mismo Carrero Blanco se involucró en el tema, pero el museo neoyorquino se negó una y otra vez, una y otra vez por un simple motivo, y era que España no era aún un país libre. Es cierto que su economía crecía, sin duda. El abandono de la autarquía, el auge del turismo y también de la industria, permitieron a nuestro país empezar a recuperar esas décadas perdidas, recortar la enorme brecha de desarrollo que nos separaba del resto de países europeos, pero lo cierto y verdad es que España seguía siendo un país pobre, un país aislado, ensimismado, un país oprimido.

En la España de los años 70, esa que algunos hoy miran con nostalgia o incluso otros prometen resucitar, los ingresos medios de los hogares equivalían a menos de la mitad de la renta media de los hogares españoles de hoy. A menos de la mitad, hace 50 años. La mortalidad infantil era el doble de la que tenía por entonces Dinamarca. La formación superior era un privilegio para unos pocos. La mayoría de las mujeres, como ha recordado Soledad en el coloquio, no trabajaban fuera del hogar. No había libertad. No había democracia. En aquella España, como nos ha recordado Eva, no se votaba. La voluntad, por tanto, de los ciudadanos y las ciudadanas no importaba. Estaba prohibido formar una organización política, crear una asociación, manifestarse sin permiso de la dictadura. Los medios de comunicación lo saben bien, existía una censura que podríamos calificar de férrea, que limitaba la difusión de cualquier idea o principio contrario al régimen en periódicos, en radios, en la televisión, por supuesto, en libros, en obras de teatro, en cualquier tipo de manifestación cultural y artística.

El clasismo estaba institucionalizado y el sistema celebraba y perpetuaba que hubiese ciudadanos de primera y de segunda. De hecho, no todo el mundo tenía derecho a viajar. A muchos españoles y españolas se les negaba la expedición de un pasaporte. Había muchos países también en Europa que estaba prohibido a los españoles visitar.

En aquella época, en la España de los 70, el Estado de Derecho, era una entelequia. A uno lo podían sacar de su casa en plena noche torturar, encerrar en una cárcel sin ningún tipo de pruebas ni, por supuesto, un juicio justo. La gente no podía ser quién quería ser y por tanto tenía que amoldar su vida a la moral católica y a los principios franquistas. Las relaciones sexuales, como se ha recordado en el video, tanto fuera del matrimonio o incluso la homosexualidad, eran considerados delitos y, por tanto, castigados como tales. El uso de lenguas, que son también las nuestras, como el catalán, el euskera y el gallego estaban restringidos en el ámbito tanto público como oficial. El divorcio estaba prohibido. Las mujeres, como bien recordaba antes Soledad, que sufrían malos tratos, no podían denunciarlos ni separarse de sus maridos y tampoco se podía abrir una cuenta bancaria o trabajar sin el permiso del marido. La interrupción voluntaria del embarazo era ilegal y por tanto solo las hijas de las élites podían abortar en lujosas clínicas, todas ellas en el extranjero.

Digo todo esto porque quienes cantan las virtudes del autoritarismo quieren que olvidemos estas cosas. Quieren que olvidemos que todavía en 1970 España estaba gobernada por una minoría autocrática y represora que usaba el miedo y el poder para imponer sus intereses y sus valores al resto de la sociedad. Quieren que olvidemos que aquella España que algunos decían una, grande y libre, estaba en realidad hecha pedazos, aislada del mundo y hambrienta, entre otras muchas cosas de libertad.

Afortunadamente, como sabemos, la represión franquista no duró para siempre. Y tienen la prueba de ello, a escasos metros de este auditorio, en la sala 205 de este museo y centro de arte Reina Sofía. El Guernica de Picasso, el último exiliado español, regresó a España un 10 de septiembre de 1981. Y lo hizo, recordémoslo, entre lágrimas y aplausos de una sociedad que veía en él el símbolo de su redención. Y medio siglo después, aquí sigue, sin que nadie se cuestione ya su ubicación, porque todos reconocen, tanto dentro como fuera, a nuestro país como una de las democracias más plenas y más prósperas de Europa y del mundo.

Así que eso es lo que vamos a conmemorar a lo largo de este año 2025. Vamos a celebrar que en 1975, en un momento de gran incertidumbre política, la sociedad española decidió apostar por la democracia y por la libertad. España decidió emprender un largo y siempre complejo y azaroso proceso de transformación política, institucional, social y económica que triunfó y que nos acabó convirtiendo en el país avanzado, influyente, abierto y tolerante que hoy es España. Eso es lo que celebramos, eso es lo que reivindicamos.

Y, por cierto, no somos los únicos que celebramos este tipo de efemérides. De hecho, todos los países de nuestro entorno han conmemorado el aniversario de sus democracias. Y lo han hecho, además, usando el mismo hito que empleamos nosotros aquí en España: el inicio del fin de sus dictaduras; el inicio, por tanto, del proceso democratizador.

Como es lógico, y aquí se ha hecho referencia tanto por Javier como por Eva y Soledad, a los jóvenes de hoy les cuesta entender la escala del cambio que se ha producido en estos últimos 50 años. Incluso a gente de mi generación le cuesta a veces. Pero los números están ahí, son claros, son inapelables. Yo diría que hasta incluso abismales. Números que nos permiten afirmar con orgullo que nadie, viniendo de tan atrás, ha llegado tan lejos y en tan poco tiempo como la España democrática.

Sirvan como ejemplo los siguientes datos. En 1975, la renta per cápita de los españoles era de 15.000 euros Hoy es de 31.000 euros, más del doble. En 1975, la esperanza de vida al nacer en España era de 73 años. Para que nos hagamos una idea, la misma edad que se tiene en Siria o en Uzbekistán. Hoy es de 84 años, la tercera más alta del mundo. En 1975, España estaba lógicamente a la cola de todos los rankings internacionales de calidad democrática y hoy figura en ellos como una de las democracias más plenas del mundo, con unos niveles de calidad institucional y de libertades que sin duda alguna son mejorables, pero que superan a las democracias tan clásicas y asentadas como, por ejemplo, la francesa o la o la propia de Estados Unidos. Esa, y no otra, es la hazaña española, una hazaña que a menudo damos por sentada pero que, durante mucho tiempo para muchas generaciones, como aquí se ha recordado, fue solo un sueño frágil y, reconozcámoslo, improbable.

Para que se hagan una idea, de las 15 mayores economías que existen actualmente en el mundo, solo hay dos que han logrado pasar de ser dictaduras a democracias y de ser países pobres que cualificaban para recibir ayuda al desarrollo, a ser países ricos, con un producto interior bruto per cápita que duplica la media global. Solo dos países en el mundo, uno de ellos, Corea del Sur y otro España, han sido capaces de lograrlo.

Yo creo que esa espectacular transformación es lo que celebramos este año bajo el lema "España en libertad". Y como se ha dicho, lo vamos a hacer con un centenar de conferencias, de exposiciones, de proyecciones audiovisuales, de actividades culturales, que nuestra comisionada, la doctora Carmina Guzmán, pues ha explicado de manera mucho más concreta. Pero que lo vamos a hacer, y es lo que me gustaría compartir con todos ustedes, con tres objetivos claros.

El primero es el de celebrar. Celebrar la gran transformación económica, social, institucional, política, que ha protagonizado España en los últimos 50 años. Porque recordar lo mucho que hemos logrado en el pasado es la mejor forma de entender lo mucho que podemos lograr en el futuro.

Nuestro segundo objetivo será homenajear a todas aquellas personas, a todos aquellos colectivos, a todas aquellas instituciones que hicieron y han hecho posible esta transformación de éxito. Queremos poner en valor el esfuerzo de los trabajadores y de los empresarios, de la sociedad civil, de los partidos políticos, de los ayuntamientos, de las comunidades autónomas y de los distintos gobiernos que han tenido a lo largo de estos más de 40 años de democracia nuestro país.

Y, por supuesto, queremos poner en valor el esfuerzo de los ciudadanos, de todas esas mujeres y hombres que con su talento, con su ambición, con su convicción y su determinación, han hecho de nuestro país una referencia mundial en estabilidad, en prosperidad, en tolerancia, que millones de extranjeros sueñan, o bien visitar, o bien convertir en su hogar.

Y, por último -me gusta mucho que el enfoque que se le haya dado el coloquio sea ese-, el tercer objetivo de este aniversario va a ser transmitir a nuestros jóvenes la importancia de vivir en democracia. Porque cuando uno ha pasado toda su vida bajo su velo protector, es fácil olvidar las enormes fortalezas de la democracia y dejarse seducir por quienes prometen a la gente orden, seguridad, riqueza, a cambio de arrebatarles lo más preciado de una persona, de un individuo, que es el poder de elegir el destino de uno mismo, de convertirles -en consecuencia- en agentes pasivos, en meros espectadores del proyecto social y económico que ellos quieren imponer y desplegar.

De hecho, si nos paramos y analizamos la actualidad política, económica y social -y antes se ha hecho referencia-, está pasando. Los valores y los regímenes autocráticos están avanzando; de hecho, los regímenes autocráticos están avanzando en medio mundo, como quien dice. El fascismo que creímos dejar atrás es ya la tercera fuerza política en Europa, la tercera fuerza política en Europa, y la internacional reaccionaria -como lo dijo el presidente Macron hace escasos días- o la internacional ultraderechista que venimos denunciando desde hace años, también en España, liderada en este caso por el hombre más rico del planeta, ataca abiertamente a nuestras instituciones, azuza el odio y llama abiertamente a apoyar a los herederos del nazismo en Alemania, en las próximas elecciones que va a tener el principal país económico de Europa.

Y creo que todo esto es un problema, es un reto, es un desafío que debería interpelarnos a todos los que creemos en la democracia y también en la Constitución Española. Porque, como bien se ha dicho en el video, si la historia nos enseña algo es que la libertad nunca se conquista de forma permanente; es algo que se puede perder, como ocurrió hace casi un siglo, cuando 14 de las 24 democracias que existían en el mundo se convirtieron en dictaduras, y los derechos y libertades de uno de cada tres europeos y de 26 millones de españoles y españolas se vieron cercenados.

Por tanto, puede volver a ocurrir. Y no hace falta ser de una determinada ideología, ni de izquierdas, ni de centro, ni de derechas, para mirar con tristeza, con enorme tristeza y también con terror, los años oscuros del franquismo, y temer que ese retroceso se repita. Basta con ser demócratas. Basta con entender que la libertad, la verdadera libertad, es aquella que nos hace mejores como personas y como sociedad, y es aquella que nos permite votar y participar, manifestarnos y expresar nuestras ideas y vivir de acuerdo a ellas sin ningún tipo de miedo; ni miedo a la represión o a la censura, ni miedo a que alguien nos saque de madrugada de nuestra casa, nos expulse de nuestro trabajo o nos condene al ostracismo social, como ocurrió durante todos esos años de dictadura.

Por todo ello, en un aniversario como el que celebramos en el año 2025, y hoy más que nunca, tenemos que reivindicar, tenemos que defender y tenemos que fortalecer la democracia en nuestro país. ¿Y cómo podemos hacerlo?, ¿cómo debemos hacerlo? Yo creo que, en primer lugar, siendo valientes, consolidando y avanzando en derechos y libertades, nunca retrocediendo en ellos, haciendo de nuestra sociedad una sociedad más próspera y cohesionada, también libre y tolerante, tal y como reivindican los artículos de la Constitución Española.

Debemos hacerlo también combatiendo las fake news, porque las mentiras y también la desinformación son la principal arma de los enemigos de la democracia. Debemos hacerlo cultivando también el optimismo, porque la desesperanza es el mayor corrosivo de la vida en sociedad. Y, por supuesto, tenemos que hacerlo recordando la historia, porque olvidar los errores del pasado es el primer paso para que estos se repitan de nuevo.

Así que, estimados ciudadanos y ciudadanas, hace 50 años España empezó a caminar hacia la libertad. De las cenizas de la última dictadura de la Europa occidental nuestros padres y madres, nuestros abuelos y abuelas, nosotros mismos y mismas, logramos levantar una de las democracias más prósperas y plenas del planeta: la democracia que somos hoy. Celebrémoslo y construyamos con ella otros 50 años más de progreso y de libertad.

Gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)