10/02/2025 | Press release | Distributed by Public on 10/02/2025 10:12
C onvócanos unha nova edición -a sétima xa- do Foro A Toxa-Vínculo Atlántico e quero agradecer con toda sinceridade a invitación a este acto que sinto moi próximo. A miña relación coa Toxa e co Foro remóntase a dous mil dezanove, cando viñen por primeira vez.
Aquel espacio de pensamiento y de debate que nacía con vocación y ambición de compromiso se ha consolidado como un lugar privilegiado para la reflexión serena y constructiva frente al ruido de fondo que, con frecuencia, apaga cualquier conversación pública. Muchas gracias, Amancio; gracias a todo el equipo de la organización por hacerlo posible. Y un recuerdo siempre muy afectuoso y sentido por Josep Piqué, quien estuvo en este proyecto con gran entusiasmo y empuje desde los inicios y al que se entregó en pleno y con gran acierto hasta sus últimos días.
Cada año proponéis un tema central que invita al análisis y al diálogo. En esta ocasión habéis escogido explorar el reto de un "nuevo orden mundial", un asunto que, por su complejidad y trascendencia, bien podría ocuparnos durante muchos más días…
Es evidente que el orden mundial (o desorden…), tal y como lo conocíamos, está cambiando. Hace un siglo, en otro tiempo convulso, ya se advertía que cuando el viejo mundo se muere y el nuevo tarda en aparecer, en ese claroscuro, surgen los monstruos. Ese claroscuro podría definir nuestra época hoy.
Una época en la que la arquitectura internacional construida tras la 2ª GM se debilita, erosionada por crisis sucesivas, por la dificultad de sus instituciones para adaptarse a la velocidad de los cambios y por el cuestionamiento que de esa arquitectura hacen incluso algunos de los que, en su momento, fueron sus principales impulsores.
Una época en la que el multilateralismo se ve desplazado por la multipolaridad, por la nueva distribución de los centros de poder que se configuran sobre rivalidades geopolíticas.
Una época en la que proliferan actores y discursos que relativizan los valores universales, cuestionan los DDHH e instrumentalizan la interdependencia económica como mecanismo de presión.
Una época, en definitiva, en la que el lenguaje de la concertación es reemplazado por el de la coerción y la violencia, que se impone con toda su crudeza en Ucrania, en Gaza, y en otros escenarios menos visibles, pero igualmente devastadores como en Sudán o en el gran espacio del Sahel.
Hoy, cuando el claroscuro amenaza con prolongarse y la incertidumbre gana terreno, la exigencia de nuestro tiempo no es renunciar al multilateralismo, sino repensarlo, reforzarlo y adaptarlo a un mundo en transformación.
En esta transición, donde el futuro oscila entre la reconstrucción de una cooperación internacional renovada o un orden más fragmentado y vulnerable, el multilateralismo sigue siendo una herramienta indispensable. Es el marco que permite a la comunidad internacional regirse por reglas compartidas -principios, normas y procedimientos- que ordenan la convivencia entre los Estados, reducen la arbitrariedad y ofrecen mecanismos pacíficos para resolver diferencias, manteniendo viva la aspiración de un sistema internacional sustentado en la cooperación y no en la fuerza.
De esa aspiración nació la voluntad de crear la ONU, que hace apenas una semana celebró en Nueva York su 80 aniversario, que coincide, además, con el 70 del ingreso de España. La ONU representó un logro institucional de enorme trascendencia, pero, como otras instituciones, se halla sometida hoy a una intensa campaña de descrédito; también, reconozcámoslo, presenta signos de fatiga institucional y estructural que, en ciertos contextos, limitan su capacidad de respuesta.
Conviene recordar, sin embargo, que surgió de la determinación de erradicar para siempre los horrores que marcaron la 1ª mitad del siglo XX. Como señala el Preámbulo de la Carta de NN.UU., se trataba de "preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra". Respondía, tanto a un razonamiento práctico, como a un impulso moral, frente a los grandes errores del pasado. Si bien el éxito no ha sido absoluto, ocho décadas de multilateralismo y cooperación difícilmente pueden considerarse un fracaso.
"...algunos podrían pensar que defender los valores que inspiraron el multilateralismo es una debilidad en tiempos inciertos. En realidad, son nuestra mayor fortaleza. Ni la radicalidad ni la división aportan soluciones, como tampoco lo hace un liderazgo que se queda en la retórica. La verdadera fuerza, la duradera y profunda, la que necesitamos para afrontar los enormes retos de nuestro tiempo, se fundamenta en principios éticos..."
Algunos podrían pensar que defender los valores que inspiraron el multilateralismo es una debilidad en tiempos inciertos. En realidad, son nuestra mayor fortaleza. Ni la radicalidad ni la división aportan soluciones, como tampoco lo hace un liderazgo que se queda en la retórica. La verdadera fuerza, la duradera y profunda, la que necesitamos para afrontar los enormes retos de nuestro tiempo, se fundamenta en principios éticos: en mantenerlos como guía en medio de la incertidumbre y en nuestra capacidad de traducirlos en respuestas políticas eficaces a lo que los ciudadanos reclaman. Son los valores que nos han orientado hasta ahora y deben seguir haciéndolo.
No podemos permitir que la desafección, la pérdida de cohesión o los ataques externos nos hagan retroceder en el camino recorrido durante estas décadas o rendirnos al caos, los conflictos, los intereses, los sometimientos, el odio; al contrario, debemos reafirmar esos valores éticos como la base sobre la que construir un mejor futuro.
Y en esa tarea, creo firmemente que la UE tiene la responsabilidad de hacerse escuchar: debe proyectar una voz firme en defensa de esos valores y asumir un papel protagonista en la configuración del nuevo orden internacional.
Señoras y señores,
En este 2025 también conmemoramos que hace 40 años la sociedad española logró cumplir su sueño de integrarse en la nueva Europa, la que hace 75 años tuvo en la Declaración Schuman, su "acta fundacional". La transformación de nuestro país, desde entonces, ha sido muy profunda. Las generaciones más jóvenes, que ya nacieron en una España distinta, quizá no perciban la magnitud de aquel cambio.
Pero deben saber que no fue fruto de la casualidad. Fue el resultado de la perseverancia en torno a objetivos compartidos, de la determinación para acometer reformas difíciles y del apoyo solidario de unas instituciones europeas a una democracia todavía joven.
De alguna manera fue otro gran paso buscado precisamente por esa democracia, con gran consenso entre sus muy dispares protagonistas políticos e institucionales, como parte de su propio proyecto, como un contrafuerte casi fundacional que asegurase el éxito colectivo de nuestra transición política; admirada, por cierto, tanto en Europa, como en muchos lugares del mundo.
Esa democracia se asentó en la Constitución de 1978 y fue posible gracias al esfuerzo generoso de muchos, pero el peso de la redacción del texto recayó esencialmente en 7 ponentes: Miguel Herrero y Rodriguez de Miñón y Miquel Roca i Junyent hoy felizmente aquí, junto con otros 5 que ya no están con nosotros ─Gregorio Peces Barba, Gabriel Cisneros, Manuel Fraga, Jordi Solé Tura y José Pedro Pérez Llorca.
Supieron alumbrar un texto que acogiera a todos y no excluyera a nadie. Como recordaba recientemente Miquel Roca, "solo desde el respeto a la libertad de todos podemos reclamar la nuestra; la democracia es pacto, es voluntad de acordar, es construir con y desde la diversidad". Una convicción que sigue siendo el cimiento más sólido de nuestra vida democrática.
Ese logro, que aún hoy despierta admiración, no dependió tanto de la redacción pulcra y precisa del texto, como del espíritu de concordia que sus redactores supieron trasladar y sin el cual nunca hubiera visto la luz ni habría alcanzado su prolongada vigencia. Como subrayaba también recientemente Miguel Herrero: "no hay concordia sin el mutuo aprecio y sin una civilizadora y civilizada amistad". Palabras que nos invitan a pensar que, sin respeto y aprecio mutuo, ningún proyecto común puede perdurar.
En Miguel Herrero y Miguel Roca reconocemos a dos brillantes juristas, a dos políticos, que ofrecieron un servicio fundamental a su país en un momento decisivo. Enhorabuena a ambos por este merecidísimo premio y gracias por lo que nos seguís mostrando con vuestro ejemplo día a día.
Su lección resulta especialmente oportuna en tiempos de incertidumbre: las soluciones más sólidas y duraderas son siempre las que nacen de la generosidad, el diálogo y la cooperación. Esa experiencia nos sirvió en España entonces, y sigue siendo una guía muy valiosa para reflexionar, en medio de estos claroscuros, sobre cómo afrontar el desafío de construir un nuevo orden mundial. El gran reto que el Foro La Toja analizará en los próximos días con la serenidad y el realismo que exige el momento.
Muchas gracias.