12/08/2025 | Press release | Distributed by Public on 12/08/2025 10:16
El ruido de un estadio lleno - con ovaciones y cánticos - todavía resuena en la memoria de Ángela. Aún recuerda estar en la espera, a sólo segundos de salir a la cancha, con el nerviosismo presente, pero también con la confianza en que todo saldría bien, gracias a los ensayos y al trabajo en equipo.
Y así fue. En cada partido disputado en el histórico Estadio Nacional, ubicado en la comuna de Ñuñoa, Santiago, el compañerismo y la emoción marcaron la jornada. Fueron varias semanas en las que 25 jóvenes - chilenos, refugiados y desplazados - pasaron momentos memorables: ensayando, viendo los partidos del campeonato, reuniéndose en torno a un juego de mesa o, simplemente, conversando para conocerse más. "Jugábamos fútbol juntos", recuerda Ángela.
Llegó a Chile junto a su familia desde Haití hace nueve años, cuando tenía solo tres. Aunque ha crecido prácticamente toda su vida en el país, las diferencias culturales y los desafíos del idioma han marcado su proceso de integración. La experiencia en el Mundial Sub-20 le abrió un espacio distinto: le permitió hacer nuevas amistades, crear redes y descubrir una meta que la impulsa a soñar en grande.
La experiencia en el Mundial Sub-20 le permitió a Angela hacer nuevas amistades, crear redes y descubrir una meta que la impulsa a soñar en grande.
"Acepté sin pensarlo; sabía que lo pasaría bien y que aprendería cosas muy importantes", recuerda. Esta experiencia le ayudó a sentirse más segura, más capaz, más libre. "Me ayudó a vencer la timidez. Cuando estás frente a miles de personas, aprendes a confiar en ti y en tu equipo. Siento que puedo alcanzar cualquier meta que me proponga", asegura.
"Nunca había estado en un estadio, y me pareció increíble. Cuando salí por primera vez a la cancha me sorprendió ver lo emocionada que estaba la gente. Se sentía la energía en el aire y eso se contagiaba", cuenta sonriendo. Pero no se trató solamente de pisar la cancha con miles de ojos puestos en ella, esta experiencia también le permitió soñar en grande y darse cuenta de que, en sus manos, estaba la capacidad de hacerlo todo. "Cuando vi a los equipos jugar, verlos meter goles, y la pasión que despierta en las personas me di cuenta de que me encanta. Ahora quiero ser futbolista" comparte Ángela.
Los días pasaban agitados entre ensayos, partidos y momentos para compartir con otros jóvenes. Con ellos, Ángela jugaba juegos de mesa y organizaban mini partidos de fútbol.
El proyecto - impulsado gracias a una colaboración entre FIFA Foundation y ACNUR - permitió que jóvenes de comunidades vulnerables vivieran una experiencia deportiva única. La iniciativa seleccionó a adolescentes que participan regularmente en los talleres deportivos gratuitos que ACNUR y Fundación Deporte Libre realizan en la Plaza Orompello, en Estación Central, una de las comunas con mayor presencia de personas refugiadas y migrantes en la capital chilena. De hecho, la participación de los niños y niñas en el Mundial Sub-20 llenó de entusiasmo a todo el barrio, que vio en este logro un motivo de orgullo y celebración comunitaria.
Detrás de su sonrisa hay un largo camino. Cuando Ángela llegó a Chile debió enfrentar momentos difíciles, que hoy han quedado atrás. Participa en actividades deportivas y ha encontrado espacios donde sentirse acompañada. Su mirada sigue llena de esperanza: "Sueño con que en Chile todos se sientan cómodos. Que nadie falte el respeto a los demás. Todos deberíamos ser más buena onda y tratar bien a quien llega". Y así, con esa convicción tranquila y luminosa, Ángela sigue avanzando: porque cada paso, cada amistad y cada sueño le va dando alas para seguir creciendo.